Bonito post en Albarda, reflexionando sobre el significado de las celebraciones de la independencia de las provincias latinoamericanas del Imperio Español, como la del 15 de Septiembre en Nicaragua:
Hasta ahora, el 15 de septiembre ha sido celebrado, casi de modo unánime, como una fiesta de libertos. ¡Cuántas veces tronaron los tribunos románticos al recordarnos que, en aquel día memorable, quedaron rotas las cadenas y fue arrojado el yugo de la esclavitud! Cualquiera se imaginaba, al escucharlos, que nuestra patria estuvo sometida al dominio extranjero, que fue algún día pobre colonia de España, exactamente como cualquiera de las colonias inglesas o francesas modernas. De creerles, estuvo nuestro pueblo sometido a la oprobiosa tiranía de otro pueblo, de otra nación distinta que nos esclavizaba por la fuerza. Vivíamos sumidos, según nos referían, en la degeneración civil, en la abyección perfecta, en el fanatismo religioso, en la ignorancia, en la más completa falta de personalidad nacional. De manera que el 15 de septiembre, fecha de la proclamación de la independencia centroamericana, era la aurora de la libertad, el día de nuestro natalicio como nación y como pueblo libre.
Falsificación estupenda, error gravísimo, que arrojaba confusión en las inteligencias de los estudiantes y les impedía mirar con claridad la perspectiva histórica de nuestra vida—tan simple y tan coherente—en donde están escritas las fecundas lecciones del pasado, las graves obligaciones del presente y las exigencias del destino futuro. Pues si no comprendemos el verdadero significado de nuestra independencia, estamos condenados a juzgar nuestra vida como nacional, nuestra realidad de pueblo, como una locura sin sentido histórico, como un experimento sin objeto, como una inmensa y sanguinaria inutilidad.
Hagámonos la pregunta sincera: ¿qué fue la Independencia de América Central, es decir, la consiguiente Independencia de Nicaragua?
Si respondemos francamente: fue el triste fin de un gran Imperio.
El post puede leerse íntegro aquí.